Cambiando
Cuando era joven y libre,
y mi imaginación no tenía límites,
soñaba con cambiar el mundo.
Cuando me volví más viejo y sabio
descubrí que el mundo no cambiaría,
así que acorté mis anhelos un poco
y decidí cambiar sólo mi país,
pero este también parecía inmutable.
Cuando entré en el ocaso de mi vida,
en un último intento desesperado
me propuse cambiar sólo a mi familia,
a mis allegados,
pero por desgracia, no me quedaba ninguno.
Y ahora
mientras me encuentro en mi lecho de muerte,
repentinamente me doy cuenta,
que si me hubiera cambiado primero a mí mismo
con el ejemplo habría cambiado a mi familia.
Y a partir de esa inspiración y estímulo
podría haber hecho un bien a mi país
y quién sabe, tal vez incluso,
habría cambiado el mundo.
Inscripción en la abadía de Westminster.
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